Un Don DeLillo profético y un Cronenberg en plena forma se reúnen en esta película.
Alienación, mercado global, crisis, paranoia, sexo, muerte… los temas recurrentes de la obra del genial novelista Don DeLillo se encuentran aquí, en la adaptación al cine de su novela más profética, Cosmópolis, un retrato del fin de una era, del desequilibrio y el caos de estos tiempos, que en manos del canadiense David Cronenberg encuentra un espejo eficaz y brillante, hecho a medida.
La ‘nueva economía’ agoniza
El mercado financiero se desploma, la ‘nueva economía’ agoniza, comienza el fin de una época. En Nueva York, Eric Parker, un joven ejecutivo de las altas finanzas decide cruzar la ciudad para cortarse el pelo en su barbero de siempre. Protegido en el interior de su limusina blanca, poco a poco se va adentrando en el caos. Una visita del Presidente de EE.UU. paraliza Manhattan, las calles están colapsadas y Parker, a medida que pasa el día, se convence de que alguien le va a asesinar. Es un tipo que lo tiene todo y que desde su universo de divisas, acciones y millones, intenta comprender el mundo real, el mundo al que debería pertenecer, un lugar acosado por la estafa y por la crisis.
“La novela es sorprendentemente profética, mientras que la película es contemporánea”
Es la historia de un día, relato de una odisea contemporánea, para el que el cineasta pensó en Collin Farrell cuando comenzó a trabajar en el proyecto. Compromisos profesionales de éste obligaron a Cronenberg a cambiar su planteamiento. Ofreció a Robert Pattinson el personaje principal y adaptó el guion a un protagonista bastante más joven. Los brillantes, incisivos y altamente expresivos diálogos del libro de DeLillo, sin embargo, permanecieron intactos.
No ocurrió lo mismo con algunos momentos en los que se detiene la novela, que no han llegado finalmente a la pantalla. El viaje urbano de Parker, frenado por los atascos del tráfico, se topa en el texto con una serie de acontecimientos, además de la visita del presidente. El funeral de un ídolo de la música, una manifestación política y el rodaje de una película. Éste último no aparece en la pantalla, como tampoco lo hace el final concebido en la literatura y reemplazado aquí por el ideado por Cronenberg.