Crítica de cine: “El cazador” (“The rover”)
El cine ya nos tiene más o menos acostumbrados a historias post apocalípticas, en las cuales el ser humano parece volver a sus orígenes primitivos y dejar de lado la racionalidad para cambiarla por los instintos más básicos. Ejemplos hay de sobra, como la clásica serie de filmes “Mad max” de los ochenta, la magistral “La carretera” (2009) o la irregular “El libro de Eli” (2010).
La película que analizamos hoy tiene un escenario similar, pero con otros matices, conformando una cinta donde la historia es básicamente una clase de existencialismo, y donde las actuaciones son tan relevantes como el guión para contar la trama.
Luego de una crisis mundial, en un territorio semidesértico de Australia, un hombre (Guy Pearce) va por la carretera, no sabemos hacia donde. Mientras carga combustible, un grupo de delincuentes le roba el auto, su única pertenencia. En el altercado, Rey, uno de los ladrones, queda herido y el dueño del auto lo obliga a ir con él para llegar donde quienes tienen el vehículo y recuperarlo. El resto de la cinta es para el espectador, acompañar a estos dos hombres en una singular travesía por el desierto.
Guy Pearce logra un personaje oscuro, misterioso, y por lo mismo muy atractivo. Su inexpresivo rostro hace que sea imposible adivinar sus intenciones, generando en cada escena una importante cuota de suspenso. Incluso con diálogos repetitivos (hechos así de adrede), el público estará constantemente intrigado, casi al punto de la desesperación y muchas veces la escena terminará sorpresivamente. La búsqueda del auto funciona como un Macguffin (término acuñado por Hitchcock), es decir, es básicamente una excusa para contar la historia, y no sabremos hasta muy al final qué es lo que hay en el auto que es tan importante para el protagonista. Esta es una cinta donde más relevante que el qué es el cómo, en este caso, la travesía en sí misma.
El personaje de Robert Pattinson (Rey) tampoco se queda atrás, y es notable como con el paso del metraje, ambos hombres se van compenetrando, en una versión bastante singular del síndrome de Estocolmo. Además con esta cinta Pattinson logra por fin sacarse la imagen del absurdamente pálido vampiro de “Crepúsculo” para demostrar que es un gran actor.
Otro elemento que le da fuerza a “El cazador” (“The rover”) es la ambientación, tanto lo que vemos en imagen como la musicalización. El paisaje es deprimente, la cámara muestra un mundo cansado, vacío, donde parece que nada tiene mucho sentido. Todo se ve viejo, sucio y en cada plano uno se pregunta si vale la pena vivir en ese lugar. La música intensifica esta sensación, incluso en algunas partes con melodías pop que refuerzan la escena haciendo un contrasentido, como un recuerdo lejano de algo que ya no volverá y por lo tanto solo llama a la nostalgia.
Se agradece finalmente encontrar una película atípica en cartelera. Una cinta que se escapa de la narración más tradicional en cuanto a que aquí no hay héroes; de alguna forma todos son villanos, los personajes no tienen objetivos sino más bien obsesiones, y donde la ambientación y las actuaciones son los pilares de la narración; y como estos dos últimos factores están bien logrados, el resultado es una buena película.
Sin ser una obra maestra, “El cazador” es una cinta más que interesante y a la que vale la pena darle una oportunidad.